martes, 15 de mayo de 2012


Uno no es lo que es por lo que ha escrito,
sino por lo que ha leído.
 

Jorge Luis Borges

"LA TARTAMUDEZ DE LA POESÍA" 

ALIENADOS 

1. Tengo la sensación de que mi sistema nervioso es defectuoso. Igual al de las plantas carnívoras, constantemente al acecho. en continúa alerta, cual alarma activada de una caja fuerte. la vista siempre en un punto impreciso, mirada de amante devorado por los celos que se olvido de lo caballero que fue para estar ahora planeando crímenes imposibles de consumar; retraído, en un hoyo de estructura vertical, contemplando el horizonte como si fuera un hotel cinco estrellas.         

2. Si la memoria se pudre pensando en la belleza que no florece en tierra rugosa; si cultivas la virtud en el jardín de tu casa y te crecen hormigas; si el pertinaz picaflor se decide por el polen, y no por la flor; si el peritaje filoso de la compasión se da como la mala yerba; si al atravesar el riesgo traspones los umbrales donde el arte de mentir suma su granito de arena; si los vientos que llegan del camino arrastran la sintaxis de un suspiro como vela al viento...
Mejor será que el día pase y deje lugar a otro. Y transcurra el tiempo cuando no ande montado sobre el lomo del hábil cazador y su guadaña. 

3. La vi primero. Antes que mis ojos dijeran nada. Mi voz la desmerece. Sonrío vacilante mientras cae la lluvia sobre mis desesperados gestos, que no pudieron detener su marcha. 

5. Patria desterrada: orino sobre esta tierra mancillada en donde yacen sepultados mis antepasados. Hurgo sobre sobre los campos de batallas, hasta el fondo del abismo sin fondo.             la urgencia que desciende de mi vejiga socava la greda impregnada de heroísmo. Cruje mi garganta cuando enumero las inermes calaveras de los vencedores y vencidos. A mis pies, la patria bendecida se estremece.  

6. Con los despojos de un amor trunco me construí un globo aerostático y me decidí a recorrer el mundo en vez de quedarme sentado sosteniendo mi estirpe antes que se desmorone en los suspiros.             

miércoles, 2 de mayo de 2012


Breve biografía de la noche                                              
Prosa poética 



4.
Leí a Spencer en voz alta, a Wilde, a Milton, a Góngora.
¿Por qué a pesar de estas lecturas la gente sigue siendo la misma?

5.
Hoy por la tarde, eso es lo que me dice la fatiga de mis huesos, volvió Bianco, como un presagio de  un tiempo por venir.     
El joven impertinente me acusa ahora de ser un coleccionista de patrias.
Yo le respondo que ante todo soy un hombre de letras,
un anarquista, no en el sentido estricto de la palabra.
Un libertario si lo prefiere, un amante a las causas perdidas, en último caso.
Él joven impertinente permanece en silencio, considerando, creo yo, la respuestas que le di, como rebuscadas.
Yo le digo que por hoy, la entrevista terminó,
que vuelva otro día, que tal vez tenga respuestas, un poco más convincente.  

6.
Ya estoy ciego, casi por completo. 
Pero aún así, puedo presentir
que el día está nublado y pegajoso.
Puedo olerlo desabrido.
Creo que para describir cualquier otro momento como éste,
necesitaré de recogimiento y concentración mental.
El barullo diurno lo estropea todo.

7.
Es de noche y estoy invitado a cenar a lo de Adolfo.
A Adolfo Bioy Casares lo conocí en 1940, y desde entonces supe, que solo nos iba a separar la muerte.  
Seguramente hablaremos de lo contradictorio que resulta narrar en primera persona.
Con Silvina Ocampo hablaremos de otra cosa, de la que no estoy muy seguro.
Pero también será sobre literatura.

Presiento la noche como un rumor tardío.
Llego a la casa de Adolfo Bioy Casares, como es mi costumbre,
a la hora prevista.
Nueve en punto.
Comemos en silencio, evitando cualquier comentario que nos impida saborear el menú, en el que Silvina se ha esmerado tanto.
En la sobremesa deviene la polémica. 
Adolfo es realista.
Silvina es optimista.
Yo no soy ni lo uno ni lo otro, prefiero la invención, es lo único que echa luz sobre mi futuro, que lo presiento cargado de terminología médica.
Silvina insiste en que las cosas van mejorando.
Yo particularmente pienso que no, que es solo el pasado que se renueva, se maquilla, cambia de identidad, a lo sumo.
No más que eso.
El pasado también se renueva en otros seres, igual monstruosos, dice ella. Yo lo tomo como un reproche, pero esquivo el bulto. No estoy de acuerdo con que las cosas cambian, le digo, con el convencimiento que da el hastío. El paso del tiempo no implica un cambio en sí mismo, agrego, sin poner el acento en ninguna de las palabras.  
Al parecer, ella no está dispuesta a entender razones.
Yo no estoy dispuesto a insistir.